El lado vacío

  
Lentamente pierdo, lentamente vuelvo.
El alma está más pesada que el cuerpo.
Mi mente se llena de confusos pensamientos;
me torturan y me asedian incansablemente,
me pierdo, me llevan lejos.

En estos momentos, parece que nadie quisiera
dejarme andar libremente
por este mundo falso
que inventa mi mente
para llenar el vacío
de mi cuerpo inconsciente,
caído, mientras yo vivo otro presente.

Me rehúso una vez a volver a estar consciente
mientras sobre mí, el tiempo juega a esconderse;
se mezcla con el olvido
y juntos confabulan para dejarme tendido,
y así, apoyar mi decisión de no estar enteramente vivo.

Otra vez la voz apurada
implora por mí, llamando mi nombre;
su grito desgarrador devora mi calma,
la hace temblar como el agua,
que deforma su paz al chocar con un poco de su misma sangre.

Ha llegado a mis oídos la última llamada,
el último intento heroico
por devolver la lucidez a mi mirada,
esa que me es arrebatada
cada vez que el cielo enceguece su propia mirada
y me pierdo entre suaves mantos de creación humana.

Debo salir del letargo en el que estoy sumergido.
El tiempo, que antes jugaba, ahora está envejecido;
queda poco de él, queda poco de olvido.
A mi mente regresan los pensamientos reales,
recuerdos, historias y momentos vividos.

Ante mis ojos se desvanece mi mundo de sueños.
Mi esencia y conciencia se precipitan al suelo;
caen violentamente donde yace mi cuerpo.
Ahora estoy despierto.
Se inicia un día y con él, el ocaso de un sueño.
La desesperación invade mi ser
y mi corazón late rápido, fuerte,
como si temiera en forma repentina fallecer.
  
Morgan Le Sorcier. 25-07-09