Sendero infértil

  
«Ya no puedo recuperar la voz que la sal me quitó; ahora solo me queda decir adiós».

Un día de viento en septiembre
con el alma herida como siempre,
crucé triste la puerta inmensa;
allí se volvió intensa mi existencia.

En mi mente confundida repetía:
pasaré solo esta estadía,
pero en menos de lo que se podía esperar,
mi corazón comenzó a suplicar,
él me pedía compañía.
Desde aquel momento,
no puedo ocultar más mis pensamientos…

Quizá jamás se vuelvan a cruzar nuestras vidas,
pero en mi mente, van a quedar para siempre escondidas
todas las imágenes de sus almas,
las que fueron la gran compañía de la mía.
También puede ser que nunca jamás
se pueda escapar a aquel nudo tenaz
que amarra a la gente en grandiosa amistad.

En este lugar caluroso y frío, siempre sombrío;
encontré a mis compañeros, conocidos y amigos
que han hecho más alegre este difícil, eterno camino.
Por eso, les doy las gracias y me despido…

Y a diferencia del arribo:
este día seco y febril de enero,
con el alma herida, pero sintiéndome vivo,
abandono este infértil sendero,
regado de semillas hermosas
que se pierden en el largo olvido.
  
Morgan Le Sorcier. 07-01-10

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