Selene

  
Al principio, intenté mirar al costado
y hacer como que nada pasaba,
pero fue inevitable, tuve que hacer mi parte
y entre mis brazos tomarte
solo para descubrir que todo parecía irremediable.

Tu vejes, tus dientes, tu mandíbula paralizada,
tu delgadez y tus ojos que no podían ver.
El temblor de tu cuerpo abatido por el hambre,
tu pelaje deteriorado, invadido de migaja,
pero a pesar de todo, siempre ronroneabas.

Pensé que no había vuelta, que debía ser una muerte digna.
Así llegamos al lugar donde se abrió una esperanza.
La tomamos y comenzamos la batalla.
Fue un camino largo con altos y bajos.
Fue un aprendizaje grandioso y constante.

Te entregué todo el amor que pude porque
tú me recordaste qué es lo único que adormece mi dolor.
Siempre quise entender lo que pasaba en tu mente.
Si tus largos sueños eran, para ti, una realidad
y este mundo solo una pausa a la que venías a veces.

Siempre quise saber si alguna vez pudiste ver el mundo
como lo vemos y si tus sueños trataban de eso.
Nunca sabré el porqué de tu sufrimiento
y por qué tenías pesadillas de las que despertabas
entre gritos y con llanto en tus desgastados ojos.

Tú encendiste mi instinto paterno.
Aún recuerdo, repaso una y otra vez en mi mente
tus ronroneos de ternura, tu estremecimiento,
y tus acomodos para calzar en mi brazo
o quedar pegada al calor de mi cuerpo.

Ahora, se siente un vacío tremendo en la casa,
te extraño tanto.
Sé que fueron solo unos meses.
El miedo estuvo en mí desde siempre,
pero la ilusión de que fuera eterno me hacía sentir calma.

Esta era la misión y se cumplió.
No me quedo con deudas pendientes, pero me gustaría
volver a tenerte entre mis brazos.
Selene, luz tenue y melancólica de la luna,
mi pequeña, me haces tanta falta… que mis palabras no alcanzan.
  
  
  
  
Morgan Le Sorcier. 12-05-18

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